En clase decían que tenía buena letra.
Los profesores, las compañeras, mis amigas intimas. Envidiaban esas grafías que aseguraban correspondían a mi persona y que yo, iba modelando a mi antojo como el que ve pasar los años a través de su mano.
Tenía buena letra, puede ser.
Tenía también un diario de Bon Jovi.
Uno de esos patéticos diarios con candado fácilmente conquistable por horquillas, en el que una chica escribe tonterías. Ni siquiera la letra del principio correspondía a la del final. Algo absolutamente descabellado. Parecía en verdad de dos personas completamente distintas.
Por aquellos días, escribiendo frases de adolescente egocéntrica sobre unas páginas, yo aún no era consciente del significado de los cambios…dimensión que solo ahora ,observando a través del corretear de silabas, vocales y adjetivos, percibo con los matices requeridos de otra mujer digamos…más verbo.
Veinte años más tarde, permanezco postrada sobre la cama, adherida a un libro, con la manta y el silencio recomponiendo un cuerpo y entregando el relajo de unos ojos al paisaje.
Pauso la historia sobre la ventana.
La montaña, mi montaña, la naturaleza, mi naturaleza. El matiz de los posesivos. Ese talud de malestar que me asegura cuanto de pasajero es todo, que mientras dura, nos quema, nos duele y se expresa en rotundo…para luego volver a estamparnos con la otra esquina de la vida.
Parece increíble que sobre mis manos sostenga un libro llamado «Mala Letra». Yo, la chica de las grafías mutables, la cambiante, la de la ternura abigarrada, el diamante en bruto. ¿En que momento dejé de escribir bien? ¿Cuando se torció el pulso y empecé a estropear la escritura?
Realmente lo hacía de forma equivocada. ¿Hay una única forma de hacerlo? Parece ser que sí. Y yo no gozaba de la virtud de coger el lapiz como se aconsejaba no beneficiando aquello al resultado ni la rapidez de los trazos. Así que la letra podía ser excelente pero no era funcional. Aunque quisieron corregirmelo seguí como creí que tenía que seguir, como en casi todo, a mi modo.
Años más tarde me dediqué a enseñar a niños a construir los cimientos de las letras, sin ser yo el ejemplo entre los ejemplos y topandome con las contradicciones que me iba enseñando la edad.
Aterrizo de nuevo en el libro. Paso páginas absolutamente convencida de la forma en que esta mujer con mala letra y yo compartimos cruces de rarezas, creencias, abismos de culpa. Me sorprende esa fría y distante escritura con que consigue hipnotizarme a través del hilo de un cuento, que parece empeñado en enredarse con el siguiente y el siguiente con el siguiente, y así sucesivamente logrando lo que yo llamo «buena letra».
Quiero que dure eternamente -pienso , mi fea costumbre de siempre, que el libro no se acabe, que la letra no se estropee, que siga erizandoseme la piel sin importar el precio y que la belleza misma del instante no se exilie lejos de aquí.
Miro hacia la ventana. Otra vez. La luz sobre el alfeizar me asegura que no va a dejar de cambiar aunque yo la observe. Y lo acepto, dejo que el día fluya ante mis ojos y que mis ojos sigan teniendo aristas y brumas.
Ahora, justo ahora, guardo el libro en el cajón y abrazo la almohada… siento esa paz inmemorial que me colma, paseo mi mano por el entredos de la lana, cierro los ojos -los silencio- y dormito este instante sabiendo que ha sido muy feliz.
Cuándo debió ser que empezamos a dejar de brilla?
Ufffff mejor no lo pienso…
Daría lo que fuera por esa paz tuya.
Besos.
El cuando no importa lo que importa es el porqué.
Indagar en la causa de lo que nos resta paz y corregirla.
Los libros (si son buenos) nos regalan instantes de instrospección,
en esos pequeños momentos hay una felicidad que me encanta.
Muchos besos, Toro.
Te admiro. No sólo por tu bonita caligrafía, que la presuponía después de la entrada que hice, sino porque además de todo lo maravilloso que tienes dentro (y eso no te lo da la letra y además eres el mejor de los ejemplos para tus peques), eres capaz de leer un libro, sentirlo, y escribir a la vez mientras miras por la ventana sin dejar de sentir. Formidable. Besitos
No tengo palabras para tu comentario, Oscar. Realmente me reconforta que me veas así, aunque creo que tambien es parte de tu mirada amable y de tu ternura a la hora de leerme. Yo soy un caos emocional…jajajaj…quizas eso tambien sea bello, no se.
Los libros que me gustan son los que me hacen sentir, pensar, reflexionar…al igual que casi todo lo demas: pelis, blogs, ventanas…amigos…
Muchas gracias a tí por tus palabras formidables.
Mil besos.
Las letras que escribes mirando por la ventana son las únicas que quiero
las que escribes respirando la vida que estas viviendo.
un beso
Es que son letras que respiran, las de las ventanas, las que nos abren los libros, el tiempo, los paisajes, los recuerdos… Merecen la pena esos momentos.
Un beso enorme, Marguimargui.
Merecen pasar el día entero esperando ese ratito
Besos
¡Mira como lo sabes!. Esos raticos dan la vida.
Y si no, por lo menos no te la quitan Jajaha
jajajaja… muy cierto.
Yo también he sido de caligrafía mutante. Eso sí. Siempre mala malísima. Jajaja. Besotes!!!
Habría que verla….jajaja. Seguro que no era tan mutante, mujer, ibas para médica.
Un abrazo, Alterilla.
Pues aquí está muy bien escrita, un abrazo.
Gracias, Xan. Ya se sabe que lo importante es lo que se cuenta, no las grafías.
Besos.
Buena reseña!
Es un libro de relatos cortos que me está fascinando.
Sorprende la forma de literatura de Sara Mesa.
Un abrazo; Jesus.
UYa lo tengo en mi lista de pendientes !
Espero que te guste; Jesus.
Si te apetece, cuando lo termines, me cuentas que te pareció.
Un abrazo.
Entrelazas la lectura de un libro, la contemplación del paisaje y tus recuerdos a través del filtro caligráfico. Y lo haces con una naturalidad y una maestría tales que al terminar de leerte ni siquiera recordamos donde estamos, nos hemos diluído en lo que tú sientes.
Yo nunca tuve especialmente buena letra pero también tuve diarios de adolescente. Aún los conservo, cuadernos y hojas numeradas testigos de la niña que fui y que cuando los leo me provocan cierta vergüenza 🙂
Me apunto el libro 🙂
Besos a montones.
Es un libro que me está tocando- especialmente y así es fácil sentir e inspirarse. luego las ventanas me encantan y los ratitos a solas tambien… todo ello suma una felicidad cotidiana que hubiera que valorar.
Yo tambien los guardo y siento las mismas sensaciones que tú, …es porque los leemos con ojos distintos, y eso es bueno, hemos cambiado, crecido: algo-por otra parte- necesario y a la vez maravilloso.
Creo que te gustará.
Besos guapisima!
Cuanto más olvido la etapa del colegio, más aprendo.
Olvidar la parte mala, si…luego hay recuerdos que es bonito tenerlos presentes, auque siempre desde la parte evolutiva que conlleva la vida.
Gracias por su comentario.
Un abrazo.
Me lo apunto (con mi horrible caligrafía, que tantos problemas me causó en mis tiempos de estudiante… Ahora, como profesor, intento esmerarme, y me salen unas letras tan tipo alien, que si las ve la Teniente Ripley me fulmina ipso facto.)
Besos
Lo bueno de ser profes es q ya ni la teniente Ripley nos regaña por ese tema 😉
Besos
¡Pues claro, muy bien pensado!
Gracias. A veces una piensa.
No me cabe la menor duda 🙂
Tal y como lo pintas, debe ser un crímen que no agarre ese libro para leermelo ahora mismo. Y eso que el post no va del libro, si no de letras. Yo siempre he escrito -y aún escribo- fatal, una bendición la era informática, diría si alguien me preguntase al respecto.
¿Los médicos? Unos aficionados a mi lado. De verdad que sí. Tengo apuntes de la uni que ni Sherlock lograría entender. ¿Qué opinas sobre esa gente que intenta analizarte y saber cómo eres a través de tus letras?
Los gustos son muy personales . A veces he leído libros objeto de muy buena crítica, q realmente no han llegado a impactarme y al contrario. Por eso recomendar algo es arriesgado.
Si, los ordenadores han dado cordura a los garabatos… Benditos aparatos!
Los análisis así me parecen erróneos y a la vez tan habituales. No hay que olvidar que una persona es mucho más q unas grafías, unas letras, unos pensamientos.
Un abrazo.
Lo he leído hace poco, me gustó mucho. Tu entrada también, Mukali.
Muchas gracias.
Que cuento fue el que más te gusto?
Un abrazo
Todos pero puede que el que más el titulado Apenas unos milímetros, el del niño con una parálisis. El final del primero no lo entendí. Qué bien escribe, ¿verdad? ¿Y a ti?
Eva, coincido contigo: casi todos son muy buenos pero ese me fascino. Puede q porque trabajo actualmente con un niño que tiene muchísimas limitaciones para el aprendizaje y para la vida en general y el cuento reflejaba ideas q yo ya había tenido anteriormente.
También me gusto muchísimo el primero, el final es abierto pero guarda un aura mística y tenebrosa que me recordó a los mejores cuentos de Poe.