Bashmet

Las laminas de hoy exploraban los lugares a solas y los lugares en compañía, como parte necesaria de la vida humana. Carlos, el dueño de Bashmet, les explicaba a un grupo de universitarios como usar los diarios colocados bajo cada cuadro. En ellos podías escribir libremente lo que te sugería la imagen o simplemente una reflexión que hubieras construido tú mismo en relación con lo observado. También podías leer las ideas e impresiones de otras personas que habían visitado el café y os puedo asegurar que algunas eran realmente asombrosas.

Me gustaba visitar aquel local, porque era distinto a todo lo demás. Incluso el olor a café tenía su seña de identidad propia. Por las mañanas entraba un sol en diagonal que te acariciaba los pies pero nunca llegaba a molestar a los ojos. El ambiente estaba muy cuidado con mesas de madera y sofás de tela en tonos suaves. No había nada chirriante en la decoración y se buscaba que el arte y la conversación fueran el alma del entorno.

Pero sin duda, lo que más me encandilaba era lo alejado que estaba de la prisa, la aceleración o las redes sociales, en resumen del mundo que bullía fuera. Al entrar, la gente quedaba impregnada de una atmósfera de desconexión tal que se olvidaba de refugiarse en las pantallas y dispositivos, para volverse hacia ellos mismos, conscuentes con su realidad, que se sucedía distinta en Bashmet.

Carlos era el encargado de la parte técnica, cambiando los cuadros cada 15 días y velando por el interiorismo del local. Sandra, que trabajaba sobretodo de tardes se ocupaba de la parte de restauración (comidas, menús…etc.) pero también de todo lo referido a conversaciones, juegos de observación, concursos…etc.

Bashmet era una apuesta distinta a lo demás, aunque tampoco es que gustara a todo el mundo… había quien lo visitaba y nunca más volvía. Justo a la entrada rezaba una frase de Bukowski a cerca de la filosofía principal del café. Era una lámina que nunca se cambiaba porque reflejaba la identidad de los que frecuentaban aquel sitio.

Carlos me confesó que el nombre de «Bashmet» provenía de una palabra zulú, cuyo significado era » desinterés por las conversaciones vacías, lo normal y preestablecido». Era una elección que respondía al anhelo de transgredir lo impuesto y buscar lo perdido, en un mundo que cada vez sufría más de inconexión entre sus seres.

Pedí un café y me acomodé en el sofá del fondo, el que había al lado del cuadro de la chica de los pájaros. Aquel era un cuadro totalmente «Bashmet». Me gustó la elección de los colores y el escenario con esa atmósfera tan atípica, pero tan reconocible. Carlos me miró y sonrió.

  • Hoy te noto alicaída, M. ¿Que te pasa?.

Carlos tenía el optimismo y la tranquilidad siempre pintados en la cara. Aunque estuviese mal jamás se le notaba, rodeado de esa calma, quizá por esa razón poseía la capacidad de leer a las personas.

  • ¿Como te has dado cuenta?- le dije.
  • Mira, no es que sea más listo que nadie, M. He observado que las personas suelen sentarse al lado de laminas que de algún modo conectan con una parte de ellos en ese momento. Y ese cuadro de la chica del globo….
  • Sí, reconozco que hoy me has sorprendido con esta imagen. El lugar que ha elegido la chica para evadirse, totalmente atípico, como si no deseara que la encontrasen o necesitara otra perspectiva…. el globo rojo que -intuyo- es como un grito mudo, como que algo no está bien y ella lo sabe, aunque todo lo demás permanezca en pausa. La maraña gris de tubos por contraposición a la ternura con la que la rodean esos pájaros.
  • M. te confesaré que la mayoría de las veces abrigamos expectativas equivocadamente. La decepción es una premisa de la vida humana. Pero eso lejos de desalentarnos es un trampolín, porque gran parte del arte vive de esos sinsabores que nos va creando el rozarnos unos y otros. La vida hay que sacarla, M., no te escondas nada.
  • Los artistas lo tienen fácil ¿sabes?… Cogen sus útiles y ¡voilá!. Pero yo ¿que hago yo con todo esto que siento?….

Se hizo un silencio, Carlos permaneció callado, mirándome. Yo sorbía el café con las manos temblorosas.

  • Procura darle otra lectura a esa imagen y escríbela…y luego otra…y así. Ver con nitidez es desaprender lo ya visto. Acostumbrar los ojos a otra cosa. Sabes, en un mapa de orgullo, hay bastantes calles cortadas. Si te fijas el cuadro no es más que un laberinto, ella quiere encontrar la salida. La tiene justo a sus espaldas, pero no la ve.
  • Me encanta como miras cada lámina. Sí, siiiii que hice otra pequeña lectura-viaje: me transportó, nada más verla, a esa canción «Birds on the whire» de Cohen… Hace años me la dedicó una persona y guardo imborrables recuerdos, a pesar de que él….no se nada de él…

Se levantó impaciente y se dirigió a una gramola que había en la esquina, justo al lado del aseo.

  • Ehhhhh, conozco esa canción !!! Creo que la tengo. ¡Bailemos, M.!….En la cárcel de las decepciones me han dicho que bailar es el plan de fuga….

No pude evitar reírme y acompasar la angustia de mis pasos a la energía de los suyos, en lo que estaba resultando ser: una singular mañana en Bashmet.

Anuncio publicitario

2 comentarios en “Bashmet

  1. No sé si realmente existe este lugar, pero si no es así…debería de haber alguno ! 🙂 Un buen lugar dónde reencontrarse con tus propias ideas i descubrir de nuevas, las de los demás..todo enriquece a la persona, si sabes leer i mirar bien !.
    Un saludo 🙂

Te escucho...

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s