
He pasado unas horas inmiscuida en una lectura insustancial. Son las 1 de la madrugada y la casa ha quedado sumergida en un silencio colosal. Me levanto despacio y me tomo unos segundos para acometer la nueva postura: verticalidad. A veces la sensación es como un barco. Observo confusa las luces del árbol de Navidad, como rémora de este tiempo pasado. Apago todo y la oscuridad me engulle. Todos duermen. Subo las escaleras con cuidado, añorando los días en los que no apreciaba ser fuerte y ágil. Todos duermen pero a mi me ha secuestrado el monstruo del insomnio.
Me cepillo los dientes y abro la ventana, como muchas otras noches. Me asomo a una calle tranquila, ….la mía, una fotografía la de mi mirada, que me transporta a multitud de épocas. Como si pasaran todos los capítulos de golpe, delante de mis ojos. Deprisa. Como si hojeara un libro de pasajes ya vistos. Mi calle y mi ventana. Curiosamente me asoman a mi . Y sonrío pero también tengo un par de lágrimas escondidas. Tantas cosas. Yo. Intensa, creativa, critica, inconformista, furtiva. Yo, algo, un puntito pequeño en el mundo. Yo, un planeta grande para los seres que me aman o un caos de pensamientos que me llevan a discernir los medios tonos.
La farola sigue encendida y todavía gotea sobre la acera. Debe haber en el ambiente un olor a humedad que yo ya no percibo, aunque conservo el placer de contemplar el paisaje cuando la lluvia cesa. El agua ha formado un pequeño riachuelo en mitad de la calzada, que se mueve silencioso, buscando por donde colarse. Por otro lado, en la parte más inclinada de la calle, la humedad es perceptible porque ha creado un pequeño espejo donde la luz se reflecta, formando un bello arco iris en mitad de la noche.
No recuerdo la ultima vez que observé un fenómeno así, pero me conmueve y me quedo absorta como una niña, mirando el efecto de la física. En realidad, no es un arco iris cualquiera, es un arco iris nocturno, que se ha antepuesto a la noche y ese triunfo, lo hace solemne y mágico.
Saber que el negro no siempre absorbe todos los colores. Que la oscuridad también es un lugar refugio bajo el que se suceden luminiscencias. Todo es importante. Apreciar. El iris.
De repente, se me ha colado el frío de enero bajo la piel. Cierro el vano y me escabullo bajo las sabanas. No sin antes darme cuenta que toda la habitación me da vueltas, como cuando estas muy borracha. Solo que no es el caso. He sido demasiado rápida. La veloz Lola y este cuello que no me da tregua. Que me ha frenado en seco el tren para decirme que me baje un ratito, del verbo esperar, del verbo No correr, de la prisa y todos esos demonios de vida.
El cuerpo y las limitaciones. Los frenos. Son como una madre que está ahí expectante, con el rentintin y tú te canteas hasta que te coge bien de frente y ya no puedes escaparte.
Todos los procesos albergan su tempo. Y lo mental influye muchísimo. Esto siempre me ha costado pero he aprendido a base de tropiezos. Aceptar que hay que dejar que fluya todo, sin que la impaciencia me rija. Pero, ¿como diablos se hacía?.
Repaso todos estos réquiem de vida. Ya ha dejado de dar vueltas todo, curiosamente sigo dandole vueltas a todo. Trato de relajarme y tu imagen viene a mí, Papá. Tus problemas de espalda cuando yo era niña y observaba la vida desde otro balcón. Ahora acuden a visitarme a través de la caprichosa genética. Las veces que me dijiste que aprovechara la vida para ver todo cuanto pudiese. Que viajara y encontrara experiencias. Todo ese afán tuyo porque mis ojos atrapasen lo que los tuyos no pudieron.
Se que no es real pero siento el peso de la edad. Quizás solo sea una pequeña gravedad, un vértigo y luego todo vuelva a recolocarse. Y me siento con la necesidad de ternura y calma. No me siento mayor, ni mucho menos, pero estos cuarenta me han empezado dando guerra.
Hay que escuchar la vida, incluso cuando nos marea. Siempre tiene algo que decirnos y no es desaprovechable su discurso, en ningún sentido.
Por eso y como no puedo cerrar los ojos y dormirme como todos los de esta casa, me levanto y escribo de corrido este texto . Menos mal que mis dedos todavía son rápidos y mis pensamientos claros.
Por fin puedo cerrar los ojos y descansar. Siempre he pensado que mi mejor medicina ha sido saber ponerle palabras a lo que me secuestraba por dentro.
Gracias por compartirlo, creo que la sensación que te atrapó esa noche, ha sido uno de los múltiples tentáculos de la vida. Un besazo.
Pues si, Carlos. Hay momentos regulares en la vida y superarlos no sólo es cuestión de la persona afectada. La vida no es una continua lucha, ni en la enfermedad ni otros aspectos , los pacientes no siempre son o deben ser atletas. Es una carga con la que han de acarrear que no beneficia. A veces se agradece mucho más el acompañamiento y la paciencia en estas etapas que la exigencia . La salud es tan importante, condiciona todo lo demás.
Besitos, Carlos
Es cierto, la aceptación y la paciencia, bajo determinadas circunstancias, pueden ser un signo de sabiduría. Un besazo.
Puede ser un buen alívio, el que las palabras surjan tan libremente de uno mismo y den forma a nuestro pensamiento. La naturaleza es sabia y como las palabras del padre, hay que aprovechar las esperiencias mientras podamos… el tiempo vuela !.
Buen año y un abrazo !!
Aprovechar la vida cusndo viene rodada es de sabios. Hay una canción que habla muy bien de esto https://youtu.be/rtqe98TmTUE
Escribir es indagar en nuestro autoconocimirnto y proteger nuestra salud interior. Ahora este género, la autoficcion está muy de moda. De hecho la última novel, Annie Ernaux, cuenta su vida en sus libros.
Un abrazo.